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Capнtulo 3 Viernes, 17 de diciembre - Sбbado, 18 de diciembre



Capнtulo 3 Viernes, 17 de diciembre - Sбbado, 18 de diciembre

Lisbeth Salander se despertу a las siete de la maсana, se duchу, bajу a ver a Freddy McBain a la recepciуn y le preguntу si habнa algъn Beach Buggy libre que pudiera alquilar para un dнa. Diez minutos mбs tarde, ya habнa pagado el depуsito, ajustado el asiento y el retrovisor, arrancado el motor y comprobado que tenнa gasolina. Entrу en el bar y pidiу un caffи latte y un sandwich de queso para desayunar, y una botella de agua mineral para llevar.

Se pasу el desayuno emborronando una servilleta con nъmeros y cavilando sobre Pierre de Fermat (x3 + y3 = z3).

Poco despuйs de las ocho, el doctor Forbes bajу al bar. Estaba reciйn afeitado y vestido con un traje oscuro, una camisa blanca y una corbata azul. Pidiу huevos, tostadas, zumo de naranja y un cafй solo. A las ocho y media se levantу y se metiу en un taxi que lo estaba esperando.

Lisbeth lo siguiу a una distancia prudencial. El doctor Forbes bajу del taxi delante de Seascape, al principio de The Carenage, y empezу a caminar por la orilla. Lisbeth lo adelantу, aparcу en medio del paseo marнtimo y esperу pacientemente a que йl pasara. Luego lo siguiу, esta vez a pie.

A la una, Lisbeth Salander estaba empapada de sudor y tenнa los pies hinchados. Llevaba cuatro horas paseando por Saint George's de una calle a otra. El ritmo habнa sido sosegado pero continuo y las numerosas y empinadas colinas empezaron a fatigarle los mъsculos. La energнa del doctor Forbes la asombrу. Mientras apuraba las ъltimas gotas de la botella de agua mineral, empezу a plantearse la posibilidad de abandonar... Y, de repente, йl se dirigiу a The Turtleback. Le concediу diez minutos antes de entrar en el restaurante e instalarse en la terraza. Se sentaron exactamente en el mismo sitio que el dнa anterior; al igual que entonces, йl tomaba Coca-Cola mientras miraba fijamente las aguas del puerto.

Forbes era una de las pocas personas de Granada que vestнa traje y corbata. Lisbeth advirtiу que parecнa impasible ante el calor.

A las tres, Forbes pagу y abandonу el restaurante, interrumpiendo asн la cadena de pensamientos de Lisbeth. Paseу a lo largo de The Carenage y cogiу uno de los minibuses que iban hasta Grand Anse. Lisbeth aparcу delante del hotel Keys cinco minutos antes de que йl se bajara. Lisbeth subiу a su habitaciуn, llenу la baсera de agua frнa y se instalу cуmodamente. Le dolнan los pies. Frunciу el ceсo.

La actividad del dнa le habнa proporcionado una informaciуn muy precisa. El doctor Forbes, reciйn afeitado y vestido de combate, salнa cada maсana del hotel con su maletнn. Durante el dнa no hacнa otra cosa que matar el tiempo. Fuera cual fuese la finalidad de su estancia en Granada, no se trataba de construir un colegio. Pero por alguna razуn querнa aparentar que se encontraba en la isla por negocios.

їA quй venнa todo ese teatro?

La ъnica persona a la que, lуgicamente, querrнa ocultarle algo serнa su propia mujer, a quien querнa darle a entender que se encontraba sumamente ocupado durante todo el dнa. Pero їpor quй? їHabнa fracasado en los negocios y era demasiado orgulloso para reconocerlo? їSu viaje a Granada tenнa un objetivo completamente distinto? їEsperaba algo o a alguien?

 

 

Al mirar su hotmail, Lisbeth Salander se encontrу con cuatro nuevos correos. El primero era de Plague y habнa sido enviado poco mбs de una hora despuйs de que ella le mandara el suyo. El mensaje estaba encriptado y contenнa dos palabras que componнan una lacуnica pregunta: «їestбs viva?». Plague no era muy dado a redactar correos largos y sentimentales. Claro que Lisbeth tampoco.

Los dos siguientes fueron enviados sobre las dos de la madrugada. Uno era de Plague y llevaba informaciуn encriptada sobre cуmo un conocido de la red, que firmaba como Bilbo y que, por casualidad, vivнa en Tejas, habнa mordido el anzuelo. Plague adjuntaba la direcciуn y la clave PGP de Bilbo. Unos minutos mбs tarde, йste ya le habнa mandado un correo desde una direcciуn de hotmail. El mensaje era breve y tan sуlo informaba de que Bilbo tenнa la intenciуn de enviar datos sobre el doctor Forbes en las prуximas veinticuatro horas.

El cuarto correo tambiйn era de Bilbo y fue mandado por la tarde. Contenнa un nъmero encriptado de una cuenta bancaria y una direcciуn ftp. Lisbeth pinchу la direcciуn y encontrу un archivo zip de 390 Kb que guardу y abriу. Se trataba de una carpeta con cuatro fotos jpg de baja resoluciуn y cinco documentos en Word.

Dos de las imбgenes eran retratos del doctor Forbes. En una de ellas, hecha en el estreno de una representaciуn teatral, se veнa a Forbes con su mujer. La cuarta instantбnea mostraba al doctor en el pъlpito de una iglesia.

El primer documento contenнa un texto de once pбginas y constituнa el informe de Bilbo. Otro estaba compuesto por ochenta y cuatro pбginas bajadas de Internet. Los dos siguientes eran recortes escaneados del periуdico local Austin American-Statesman, y el ъltimo de todos ofrecнa un panorama general sobre la congregaciуn del doctor Forbes: The Presbyterian Church of Austin South.

Dejando de lado el hecho de que Lisbeth Salander se supiera de memoria el tercer libro del Pentateuco —un aсo antes tuvo verdaderos motivos para estudiar la bнblica legislaciуn de castigos—, sus conocimientos sobre la historia de la religiуn eran muy modestos. Exceptuando que sabнa que las iglesias judнas se llamaban sinagogas, su idea sobre las diferencias existentes entre йsta, la presbiteriana y la catуlica era mбs bien pobre. Por un instante temiу verse obligada a profundizar hasta el mбs mнnimo detalle en aspectos teolуgicos. Luego se dio cuenta de que le importaba una mierda el tipo de iglesia a la que perteneciera el doctor Forbes.

El doctor Richard Forbes, a veces llamado reverendo Richard Forbes, tenнa cuarenta y dos aсos. La pбgina web de la Church of Austin South revelaba que la iglesia tenнa siete empleados. El reverendo Duncan Clegg figuraba en el primer lugar de la lista, lo cual dejaba adivinar que se trataba de la principal figura teolуgica de aquella iglesia. Una foto mostraba a un hombre fuerte de abundante pelo canoso y una barba gris bien recortada. Richard Forbes se encontraba en el tercer lugar de la lista y era el responsable de los temas educativos. Junto a su nombre aparecнa, entre parйntesis, Holy Water Foundation.

Lisbeth leyу el mensaje introductorio de la iglesia:

Mediante la oraciуn y la acciуn de gracias vamos a servir al pueblo de Austin South ofreciйndoles la estabilidad, la teologнa y la ideologнa esperanzadora que propugna la Iglesia Presbiteriana de Amйrica. Como servidores de Cristo ofrecemos amparo a los necesitados y la promesa de la redenciуn a travйs de la oraciуn y la bendiciуn baptista. Alegrйmonos del amor que Dios nos tiene. Nuestro deber es derribar los muros que existen entre las personas y eliminar los obstбculos que impiden la comprensiуn del mensaje de amor de Dios.

Inmediatamente debajo de la introducciуn venнa el nъmero de cuenta corriente de la iglesia y una exhortaciуn para poner en prбctica el amor a Dios.

La breve biografнa sobre Richard Forbes proporcionada por Bilbo era excelente. Gracias a ella Lisbeth se enterу de que Forbes naciу en Cedar's Bluff (Nevada) y de que —antes de cumplir los treinta y un aсos y unirse a la Church of Austin South— trabajу como agricultor, hombre de negocios, bedel, corresponsal local de un periуdico de Nuevo Mйjico y manager de una banda de rock cristiano. Tambiйn se habнa formado como contable y, ademбs, estudiу arqueologнa. Sin embargo, Bilbo no fue capaz de encontrar ningъn tнtulo oficial de «doctor».

Forbes conociу a Geraldine Knight, ъnica hija del ranchero William F. Knight, miembro destacado de la Austin South. Richard y Geraldine se casaron en 1997, tras lo cual despegу la carrera de Richard Forbes dentro de la iglesia. Se convirtiу en jefe de la Fundaciуn Santa Marнa, cuya misiуn consistнa en «invertir el dinero de Dios en proyectos educativos para los necesitados».

Forbes habнa sido arrestado en dos ocasiones. En 1987, con veinticinco aсos, fue acusado de provocar graves daсos fнsicos en un accidente de trбfico. En el juicio resultу absuelto. Por lo que Lisbeth pudo deducir de los recortes de prensa, realmente era inocente. En 1995 fue demandado por malversaciуn de fondos de la banda de rock de la que era manager. Tambiйn en esa ocasiуn fue declarado inocente.

En Austin se convirtiу en un conocido personaje y en miembro de la comisiуn educativa de la ciudad. Estaba afiliado al Partido Demуcrata, y participaba asiduamente en actos de caridad en los que recaudaba dinero para costear la educaciуn de familias con pocos recursos. La Church of Austin South dedicaba gran parte de su actividad misionera a familias de habla hispana.

En el aсo 2001 Forbes fue acusado de ciertas irregularidades econуmicas relacionadas con la Fundaciуn Santa Marнa. Un artнculo periodнstico insinuaba que el susodicho habнa destinado a fondos de inversiуn una cantidad de dinero mayor que lo estipulado en los estatutos. Las acusaciones fueron refutadas por la iglesia, y el pastor Clegg se mostrу claramente a favor de Forbes en el debate que se desencadenу. No se llegу a dictar auto de procesamiento, y de la auditorнa tampoco saliу nada criticable.

Lisbeth se detuvo con interйs en la economнa privada de Forbes y empezу a reflexionar. Contaba con unos ingresos anuales de sesenta mil dуlares, un sueldo bastante decente, pero carecнa de bienes propios. El miembro de la familia que representaba la estabilidad econуmica era su esposa, Geraldine Forbes, cuyo padre falleciу en 2002. Su hija fue la ъnica heredera de una fortuna de mбs de cuarenta millones de dуlares. La pareja no tenнa hijos.

Por consiguiente, Richard Forbes dependнa de su mujer. Lisbeth frunciу el ceсo. No era un buen punto de partida para dedicarse a maltratarla.

Lisbeth se conectу a Internet y le mandу un breve mensaje encriptado a Bilbo dбndole las gracias por el informe. Tambiйn hizo una transferencia de quinientos dуlares al nъmero de cuenta que Bilbo le habнa indicado.

Saliу al balcуn y se apoyу en la barandilla. El sol se estaba poniendo. Un viento cada vez mбs fuerte sacudнa las ramas de las palmeras situadas a lo largo de la muralla de la playa. Granada se encontraba justo dentro del lнmite del radio de alcance de Mathilda. Siguiу el consejo de Ella Carmichael y metiу el ordenador, Dimensions in Mathematics, algunas pertenencias personales y una muda en una bolsa de nailon que dejу en el suelo, junto a la cama. Luego bajу al bar y cenу pescado, que acompaсу con una botella de Carib.

El ъnico acontecimiento digno de menciуn fue que el doctor Forbes —que se hallaba ahora en la barra del bar y vestido esta vez con un polo claro, pantalones cortos y unas deportivas— le hacнa a Ella Carmichael preguntas sobre las ъltimas noticias de Mathilda. No parecнa preocupado. Llevaba en el cuello una cadena de oro con una cruz y presentaba un aspecto fresco y atractivo.

 

 

Tras el infructuoso paseo por Saint George's de ese dнa, Lisbeth Salander estaba agotada. Despuйs de cenar saliу a dar una vuelta, pero hacнa mucho viento y la temperatura habнa bajado considerablemente. En su lugar, subiу a su habitaciуn y se metiу entre las sбbanas a eso de las nueve. El viento silbaba al otro lado de la ventana. Tenнa pensado leer un rato pero se durmiу en seguida.

Lisbeth se despertу de un sobresalto provocado por un gran estruendo. Consultу su reloj: las once y cuarto de la noche. Se levantу de la cama y, tambaleбndose, se acercу a la puerta del balcуn y la abriу. Las fuertes rбfagas de aire la golpearon y la hicieron retroceder. Se apoyу contra el marco de la puerta. Con sumo cuidado dio un paso, se asomу al balcуn y mirу al exterior.

Alrededor de la piscina, algunos farolillos oscilaban de un lado para otro creando un dramбtico juego de sombras en el patio. Se percatу de que varios clientes del hotel se habнan despertado y se hallaban junto a la entrada de la muralla, con la vista puesta en la playa. Otros se encontraban en las inmediaciones del bar. Al mirar hacia el norte pudo divisar las luces de Saint George's. El cielo estaba cubierto de nubes pero no llovнa. La oscuridad reinante no le permitнa ver el mar, pero el rumor de las olas era mucho mбs alto de lo normal. La temperatura habнa bajado aъn mбs. Por primera vez desde que habнa llegado al Caribe estaba tiritando de frнo.

Mientras estaba en el balcуn alguien aporreу la puerta. Se envolviу en una sбbana y abriу. Freddy McBain mostraba un semblante serio.

—Perdona que te moleste, pero parece que se avecina una tormenta.

—Mathilda.

—Mathilda —confirmу McBain—. Esta misma tarde ha pasado cerca de Tobago y ha causado grandes estragos. Hemos recibido noticias que hablan de graves daсos.

Mentalmente, Lisbeth repasу sus conocimientos de geografнa y meteorologнa. Trinidad y Tobago se encontraban a unos doscientos kilуmetros al sudeste de Granada. Una tormenta tropical podнa extenderse sin ningъn problema en un radio de cien kilуmetros y desplazarse a una velocidad de treinta o cuarenta kilуmetros por hora. Lo cual querнa decir que Mathilda, a esas alturas, podrнa estar llamando a las puertas de Granada. Todo dependнa del rumbo que cogiera.

—No hay ningъn peligro inminente —continuу McBain—. Pero vamos a curarnos en salud. Mete tus cosas de valor en una bolsa y baja a recepciуn. El hotel invita a cafй y sandwiches.

Lisbeth siguiу sus consejos. Se lavу la cara para despertarse, se puso unos vaqueros, unas botas y una camisa de franela, y se colgу del hombro la bolsa de nailon. Justo antes de abandonar la habitaciуn volviу al baсo y encendiу la luz. La lagartija verde no estaba a la vista. Debнa de haberse escapado por algъn agujero. Chica lista.

Ya en el bar se dirigiу tranquilamente a su lugar habitual, mientras observaba cуmo Ella Carmichael ordenaba a sus empleados que llenaran termos con bebidas calientes. Al cabo de un rato se acercу a la esquina donde estaba Lisbeth.

—Hola. Parece que has saltado de la cama.

—Acababa de dormirme. їQuй pasa ahora?

—Aguardamos. Hay un temporal en el mar y desde Trinidad nos han alertado de la existencia de un huracбn. Si las cosas empeoran y Mathilda se aproxima hasta aquн, nos meteremos en el sуtano. їPuedes echarnos una mano?

—їQuй quieres que haga?

—En la recepciуn tenemos ciento sesenta mantas que hay que bajar al sуtano. Y todavнa queda mucho por guardar.

Durante los siguientes minutos, Lisbeth ayudу bajando mantas y recogiendo macetas, mesas, tumbonas y otras cosas de alrededor de la piscina. Satisfecha, Ella le dio el resto de la noche libre. Lisbeth se acercу tranquilamente hasta la salida de la muralla que daba a la playa y se adentrу en la oscuridad. El mar bramaba amedrentador y las rбfagas de viento la azotaban con tanta intensidad que se vio obligada a hacer fuerza con los pies para no caerse. Las palmeras que habнa a lo largo de la muralla estaban zarandeбndose de modo inquietante.

Volviу al bar, pidiу un caffи latte y se sentу junto a la barra. Era poco mбs de medianoche. Un claro ambiente de preocupaciуn reinaba entre los clientes y el personal. Sentados en torno a las mesas, mantenнan conversaciones en voz baja mientras miraban al cielo cada cierto tiempo. En total, en el hotel Keys habнa treinta y dos clientes y una decena de trabajadores. De repente, Lisbeth advirtiу la presencia de Geraldine Forbes en una mesa del fondo, junto a la recepciуn. Tenнa una expresiуn tensa y una copa en la mano. Su marido no estaba.

 

 

Lisbeth se encontraba tomando cafй meditando de nuevo sobre el teorema de Fermat cuando Freddy McBain saliу de su despacho y se plantу en medio de la recepciуn.

—Atenciуn, por favor. Me acaban de informar de que una tormenta cuya fuerza es similar a la de un huracan se ha abatido sobre Petit Martinique. Quiero pedirles a todos que bajen al sуtano inmediatamente.

Freddy McBain cortу cualquier tentativa de pregunta o inicio de conversaciуn y dirigiу a sus clientes hacia las escaleras que conducнan al sуtano, situadas tras la recepciуn. Petit Martinique era una pequeсa isla perteneciente a Granada que estaba ubicada a unas millas al norte de la isla principal. Lisbeth mirу de reojo a Ella Carmichael y aguzу el oнdo cuando йsta se aproximу a Freddy McBain.

—їEs muy serio? —preguntу Ella.

—No lo sй. El telйfono se ha cortado —contestу McBain en voz baja.

Lisbeth bajу al sуtano y dejу su bolsa en un rincуn, sobre una manta. Meditу un rato y luego volviу a subir a la recepciуn, a contracorriente de la gente que bajaba. Se acercу a Ella Carmichael y le preguntу si podнa ayudar en algo mбs. Seria pero resuelta, Ella negу con la cabeza.

—Veremos lo que pasa. Mathilda es una bitch.

Lisbeth reparу en un grupo de cinco adultos y unos diez niсos que entraron apresuradamente por la puerta principal. Freddy McBain los recibiу y les mostrу el camino hasta las escaleras del sуtano.

De repente a Lisbeth le asaltу una inquietante duda.

—Supongo que ahora mismo todo el mundo estб refugiбndose en algъn sуtano, їno? —preguntу en voz baja.

Ella Carmichael siguiу con la mirada a la familia que se encontraba junto a las escaleras.

—Me temo que йste es uno de los pocos de toda Grand Anse. Seguramente llegarб mбs gente buscando refugio.

Lisbeth le lanzу a Ella una incisiva mirada.

—їY quй hacen los demбs?

—їLos que no tienen sуtano? —se riу amargamente—. Se agazapan como pueden dentro de sus casas obuscan cobijo en algъn cobertizo. Han de confiar en Dios.

Lisbeth dio media vuelta, atravesу la recepciуn corriendo y saliу por la puerta. George Bland.

Oyу a Ella gritando detrбs, pero no se detuvo a darle explicaciones.

«Vive en un maldito cobertizo que se vendrб abajo con la primera rбfaga de viento.»

En cuanto saliу a la carretera de Saint George's el vendaval la zarandeу y Lisbeth estuvo a punto de perder el equilibrio. Sin acobardarse, echу a correr. Se encontrу con fuertes rachas de viento en contra que la hicieron tambalearse. Tardу casi diez minutos en recorrer los poco mбs de cuatrocientos metros que habнa hasta la casa de George Bland. No vio ni un alma en todo el camino.

 

 

En el mismo instante en que girу hacia el cobertizo de George Bland y advirtiу el brillo de la lбmpara de queroseno a travйs de una rendija de la ventana, una gйlida lluvia surgiу de la nada, como el chorro de una manguera. Apenas dos segundos despuйs ya estaba empapada y la visibilidad se redujo a unos pocos metros. Aporreу la puerta. Al verla, George Bland abriу los ojos de par en par.

—їQuй haces aquн? —preguntу, gritando para hacerse oнr por encima del viento.

—Ven. Tienes que venir al hotel. Hay un sуtano.

George Bland se quedу perplejo. De repente, la puerta se cerrу de golpe y a йl le costу varios segundos volverla a abrir. Lisbeth agarrу a George de la camiseta y lo sacу de un tirуn. Se quitу el agua de la cara, lo cogiу de la mano y empezу a correr. El la siguiу.

Eligieron el camino de la playa, unos cien metros mбs corto que la carretera, que dibujaba una pronunciada curva tierra adentro. A medio camino, Lisbeth se dio cuenta de que habнan cometido un error. En la playa no tenнan ninguna protecciуn. El viento y la lluvia se abatieron sobre ellos con tanta fuerza que se vieron obligados a detenerse varias veces. Arena y ramas volaban por los aires. El ruido resultaba ensordecedor. Tras lo que se le antojу una eternidad, Lisbeth, por fin, vio materializarse ante sus ojos la muralla del hotel. Aligerу el paso. Cuando finalmente alcanzaron la puerta —promesa de salvaciуn—, ella volviу la cabeza y le echу un vistazo a la playa. Se detuvo en seco.

 

 

A travйs de la densa cortina de agua descubriу de pronto, a unos cincuenta metros, dos siluetas. George Bland la cogiу del brazo y tirу de ella, obligбndola a entrar. Ella se soltу y se apoyу contra la muralla mientras intentaba enfocar la mirada. Durante un par de segundos perdiу de vista a las dos figuras bajo la lluvia. Luego, un relбmpago iluminу el cielo por completo.

Ya sabнa que se trataba de Richard y Geraldine Forbes. Se hallaban mбs o menos en el mismo sitio donde habнa visto deambular a Richard Forbes la noche anterior.

Cuando el siguiente relбmpago hizo acto de presencia, vio que Richard Forbes parecнa arrastrar a su mujer y que ella se le resistнa.

De repente, las piezas del puzle encajaron. La dependencia econуmica. Las acusaciones sobre las irregularidades econуmicas de Austin. Su inquieto ir y venir y sus cavilaciones sentado inmуvil en The Turtleback.

«Piensa asesinarla. Hay cuarenta millones en juego. La tormenta es su camuflaje. Esta es su oportunidad.»

De un empujуn, Lisbeth Salander introdujo a George Bland en el recinto del hotel. Acto seguido, mirу a su alrededor y se topу con la desvencijada silla plegable en la que solнa sentarse el vigilante nocturno y que nadie habнa recogido ni guardado antes de la tormenta. La cogiу, la estrellу con todas sus fuerzas contra la muralla y se armу con una de las patas. Atуnito, George Bland gritу tras ella cuando la vio abalanzarse sobre la playa.

Las rбfagas de viento por poco la tumbaron, pero Lisbeth hizo de tripas corazуn y avanzу paso a paso con mucho esfuerzo. Ya casi habнa llegado hasta donde se encontraba la pareja cuando el siguiente relбmpago iluminу la playa y ella vio a Geraldine Forbes, de rodillas, en la orilla. Richard Forbes estaba inclinado sobre ella con el brazo levantado dispuesto a golpearla, blandiendo en la mano algo que parecнa un tubo de hierro. Lisbeth vio que el brazo de йl descendнa hasta la cabeza de la mujer dibujando un arco. Esta dejу de patalear.

Richard Forbes no tuvo tiempo de ver a Lisbeth Salander.

Le rompiу la pata de la silla en la cabeza y йl cayу de bruces.

Lisbeth se inclinу y cogiу a Geraldine Forbes. Mientras la lluvia las azotaba, le dio la vuelta al cuerpo de la mujer. Sъbitamente sus manos se mancharon de sangre. Geraldine Forbes tenнa una profunda herida en la cabeza. Pesaba como un muerto. Desesperadamente, Lisbeth mirу a su alrededor mientras reflexionaba sobre cуmo iba a trasladar aquel cuerpo hasta la muralla del hotel. Acto seguido, George Bland apareciу a su lado. Gritу algo que, con la tormenta, Lisbeth no oyу.

Lisbeth mirу de reojo a Richard Forbes. Le daba la espalda pero se habнa puesto a cuatro patas. Ella agarrу el brazo izquierdo de Geraldine Forbes, se lo pasу alrededor del cuello y le hizo seсas a George Bland para que la cogiera del derecho. Con gran esfuerzo, empezaron a arrastrar el cuerpo por la playa.

A medio camino en direcciуn a la muralla, Lisbeth se sintiу exhausta, como si todas sus fuerzas la hubiesen abandonado. El corazуn le dio un vuelco cuando, de repente, sintiу que una mano la agarraba del hombro. Soltу a Geraldine Forbes, se girу y le dio una patada a Richard Forbes en la entrepierna. Йl se tambaleу y cayу de rodillas. Lisbeth tomу impulso y le dio otra patada en la cara. Luego se enfrentу a la mirada aterrorizada de George Bland. Lisbeth le dedicу medio segundo de atenciуn antes de volver a coger a Geraldine Forbes y arrastrarla.

Al cabo de unos segundos girу de nuevo la cabeza. A diez pasos por detrбs de ellos, Richard Forbes, empujado por las rбfagas de viento, iba dando tumbos y haciendo eses como un borracho.

Un nuevo relбmpago partiу el cielo en dos y Lisbeth Salander abriу los ojos de par en par.

Por primera vez sintiу un paralizante terror.

Detrбs de Richard Forbes, a unos cien metros mar adentro, vio el dedo de Dios.

Una imagen momentбnea congelada a la luz del relбmpago, un pilar negro azabache que se elevу en el cielo hasta desaparecer de su campo de visiуn.

Mathilda.

No es posible.

Un huracбn, sн.

їUn tornado? Imposible.

Granada no es zona de tornados.

Un gigantesco tornado en una zona donde los tornados no pueden formarse.

Los tornados no se pueden originar en el agua.

Es cientнficamente imposible.

Es algo ъnico.

Ha venido para llevarme.

George Bland tambiйn habнa visto el tornado. Mutua y simultбneamente, se gritaron que se dieran prisa, pero ninguno de los dos pudo entender lo que el otro decнa.

Veinte metros para la muralla. Diez. Lisbeth tropezу y cayу de rodillas. Cinco. En la puerta, volviу la vista atrбs por ъltima vez. Divisу vagamente a Richard Forbes en el mismo instante en que era arrastrado hacia el agua como por una mano invisible y desaparecнa. Con la ayuda de George Bland introdujo el peso que arrastraba. Tambaleбndose, avanzaron por el patio. A travйs de la tormenta, Lisbeth oyу el ruido de los cristales de las ventanas haciйndose aсicos y los penetrantes quejidos de las chapas que se doblaban. Una tabla volу por los aires justo delante de sus narices. Acto seguido, algo le dio en la espalda provocбndole dolor. Al alcanzar la recepciуn, la intensidad del viento disminuyу.

Lisbeth detuvo a George Bland y, agarrбndolo del cuello de la camisa, le acercу la cabeza a su boca y le gritу al oнdo:

—La hemos encontrado en la playa. No hemos visto a su marido. їLo has entendido?

George asintiу.

Bajaron a Geraldine Forbes arrastrбndola por la escalera. Lisbeth le dio unas patadas a la puerta del sуtano. Freddy McBain abriу y los mirу fijamente. Luego cogiу el peso que arrastraban y, de un tirуn, los metiу dentro antes de cerrar la puerta. En apenas un segundo el insoportable estruendo de la tormenta se redujo a un simple chirrido y traqueteo de fondo. Lisbeth inspirу profundamente.

 

 

Ella Carmichael sirviу una taza de cafй caliente y se la dio a Lisbeth. Esta se encontraba tan agotada que apenas tenнa fuerzas para levantar el brazo. Estaba sentada en el suelo y apoyada contra la pared, completamente rendida. Alguien la habнa abrigado con mantas. Tambiйn a George Bland. Estaba empapada y presentaba un corte que sangraba abundantemente, justo por debajo de la rodilla. En los vaqueros tenнa un desgarrуn de unos diez centнmetros que no recordaba haberse hecho. Sin el menor interйs observу que Freddy McBain y algunos clientes del hotel atendнan a Geraldine Forbes y le ponнan una venda en la cabeza. Captу algunas palabras sueltas y entendiу que alguien de ese grupo era mйdico. Se percatу de que el sуtano estaba lleno; a los clientes del hotel se les habнan unido mбs personas de fuera que buscaban refugio.

Finalmente, Freddy McBain se acercу a Lisbeth Salander y se agachу.

—Estб viva.

Lisbeth no contestу.

—їQuй ha pasado?

—La hemos encontrado en la playa, delante de la muralla.

—Cuando contй a los clientes que habнa en el sуtano echй en falta a tres personas: tъ y los Forbes. Fue Ella quien me dijo que saliste disparada como una loca nada mбs estallar la tormenta.

—Salн corriendo para buscar a mi amigo George. —Lisbeth hizo seсas con la cabeza en direcciуn a su amigo—. Vive un poco mбs abajo de la carretera, en un cobertizo que quizб ya no exista.

—Has cometido una estupidez, pero has sido muy valiente —dijo Freddy McBain, mirando de reojo a George Bland—. їVisteis al marido, Richard Forbes?

—No —contestу Lisbeth con una mirada neutra.

George Bland negaba con la cabeza mientras observaba a Lisbeth con el rabillo del ojo.

Ella Carmichael ladeу la cabeza y le echу una incisiva mirada a Lisbeth Salander. Йsta se la devolviу con ojos inexpresivos.

Geraldine Forbes se despertу hacia las tres de la madrugada. A esas alturas, Lisbeth Salander se habнa dormido con la cabeza apoyada contra el hombro de George Bland.

 

 

De alguna milagrosa manera, Granada sobreviviу a esa noche. Al amanecer, el temporal habнa amainado y habнa sido reemplazado por la peor lluvia que Lisbeth Salander habнa visto jamбs. Freddy McBain dejу salir del sуtano a los clientes.

El hotel Keys —que habнa sido devastado, al igual que toda la costa— iba tener que pasar por una importante reforma. El bar exterior de Ella Carmichael habнa desaparecido, y un porche habнa quedado totalmente destrozado. Los postigos de las ventanas habнan sido arrancados de cuajo de la fachada y una parte del tejado saliente del hotel se habнa doblado. La recepciуn era un caos de escombros.

Lisbeth cogiу a George Bland y, tambaleбndose, se fueron a la habitaciуn. De manera provisional colgу una manta en el hueco de la ventana para que no entrara la lluvia. George Bland se topу con la mirada de Lisbeth.

—Habrб menos cosas que explicar si decimos que no hemos visto a su marido —comentу Lisbeth antes de que a George le diera tiempo a hacer preguntas.

Йl asintiу. Lisbeth se quitу la ropa, la dejу caer al suelo y dio un par de palmaditas en la cama. George volviу a asentir, se desnudу y se metiу entre las sбbanas junto a Lisbeth. Se durmieron en seguida.

A mediodнa, cuando ella se despertу, el sol se filtraba entre las nubes. Le dolнan todos los mъsculos del cuerpo y su rodilla se habнa hinchado tanto que le costaba doblar la pierna. Sigilosamente, se levantу de la cama, se metiу bajo la ducha y se quedу mirando a la lagartija verde, que volvнa a estar nuevamente en la pared. Se puso unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes, y saliу cojeando de la habitaciуn sin despertar a George Bland.

Ella Carmichael estaba todavнa en pie. Parecнa cansada pero ya habнa montado el bar al lado de la recepciуn. Lisbeth se sentу a una mesa junto a la barra y pidiу un cafй y un sandwich. De reojo, mirу por las ventanas destrozadas de la entrada. Habнa aparcado un coche de policнa. Acababan de traerle el cafй cuando Freddy McBain saliу de su despacho, ubicado junto al mostrador de la recepciуn, seguido de un agente uniformado. McBain la descubriу allн y, antes de dirigirse a la mesa donde se hallaba Lisbeth, le dijo algo al policнa.

—Este es el agente Ferguson. Quiere hacerte unas preguntas.

Lisbeth asintiу educadamente. Ferguson parecнa cansado. Sacу un cuaderno y un bolнgrafo, y apuntу el nombre de Lisbeth.

—Miss Salander, tengo entendido que usted y su amigo encontraron anoche a la esposa de Richard Forbes durante el huracбn.

Lisbeth asintiу.

—їDуnde la encontrу?

—En la playa, a poca distancia de la puerta de la muralla —contestу Lisbeth—. Tropezamos prбcticamente con ella.

El agente Ferguson tomу nota.

—їDijo algo?

Lisbeth negу con la cabeza.

—їEstaba inconsciente?

Lisbeth asintiу con un gesto de sensatez.

—Tenнa una herida espantosa en la cabeza.

Lisbeth volviу a asentir.

—їSabe usted cуmo se la hizo?

Lisbeth negу con un movimiento de cabeza. Ante su falta de palabras, Ferguson pareciу algo irritado.

—Habнa muchos trastos volando por los aires —dijo a modo de ayuda—. A mн casi me da una tabla en la cabeza.

Ferguson asintiу con semblante serio.

—їSe ha lesionado la pierna?

Ferguson seсalу la venda de Lisbeth.

—їQuй le ocurriу?

—No lo sй. No descubrн la herida hasta que bajй al sуtano.

—Estaba acompaсada de un joven.

—George Bland.

—їDуnde vive?

—En el cobertizo que hay tras The Coconut, un poco mбs abajo, de camino al aeropuerto. Si es que queda algo...

Lisbeth se abstuvo de comentar que, en aquel momento, George Bland se hallaba durmiendo en su cama, en la primera planta.

—їVio a Richard Forbes?

Lisbeth negу con la cabeza.

Aparentemente, al agente Ferguson no se le ocurriу ninguna pregunta mбs y cerrу el cuaderno.

—Gracias, miss Salander. Tengo que redactar un informe sobre el fallecimiento.

—їHa muerto?

—їLa seсora Forbes...? No, se encuentra en el hospital de Saint George's. Probablemente les deba la vida a usted y a su amigo. Pero su marido ha muerto. Lo encontraron en el aparcamiento del aeropuerto hace dos horas.

Mбs de seiscientos metros al sur.

—Estaba muy malherido —explicу Ferguson.

—Quй pena —dijo Lisbeth Salander sin manifestar mayores signos de shocl.

Cuando McBain y el agente Ferguson se hubieron alejado, Ella Carmichael se acercу y se sentу a la mesa de Lisbeth. Sirviу dos chupitos de ron. Lisbeth la observу fijamente.

—Despuйs de una noche asн, una necesita recobrar las energнas. Invito yo. Invito a todo el desayuno.

Las dos mujeres se miraron. Luego levantaron los vasitos y brindaron.

 

 

Durante mucho tiempo, Mathilda iba a ser objeto de estudios cientнficos y discusiones entre instituciones meteorolуgicas del Caribe y de Estados Unidos. Tornados de la magnitud de Mathilda eran prбcticamente desconocidos en la regiуn. Se consideraba teуricamente imposible que se formaran en el agua. Al final, los expertos se pusieron de acuerdo en que una muy peculiar conjunciуn de frentes se habнa aliado para crear un «seudotornado», algo que, en realidad, no era un tornado de verdad, pero que lo parecнa. Algunos crнticos con esta idea defendieron ciertas teorнas sobre el efecto invernadero y la alteraciуn del equilibrio ecolуgico.

Lisbeth Salander pasaba de las discusiones teуricas. Sabнa lo que habнa visto y decidiу evitar que alguna de las hermanas de Mathilda volviera a cruzarse en su camino.

Varias personas sufrieron daсos durante la noche. Milagrosamente sуlo una habнa fallecido. Nadie podнa entender quй llevу a Richard Forbes a salir en medio de un huracбn, excepto, tal vez, esa falta de sensatez que siempre parecнa caracterizar a los turistas norteamericanos. Geraldine Forbes no podнa contribuir con ninguna explicaciуn. Sufrнa una grave conmociуn cerebral y sуlo guardaba unos recuerdos inconexos de los acontecimientos ocurridos durante la noche.

Sin embargo, estaba desconsolada por haberse quedado viuda.




  

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