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Capнtulo 2 Viernes, 17 de diciembre



Capнtulo 2 Viernes, 17 de diciembre

Nils Erik Bjurman, abogado, de cincuenta y cinco aсos de edad, dejу la taza de cafй y, sin fijarse en nadie en concreto, dirigiу la mirada hacia el continuo rнo de gente que pasaba ante los ventanales del Cafй Hedon de Stureplan.

Pensу en Lisbeth Salander. Pensaba a menudo en Lisbeth Salander.

Pensar en ella le hizo hervir por dentro.

Lisbeth Salander le habнa destrozado la vida. Nunca olvidarнa ese momento en el que ella asumiу el mando y lo humillу. Lo maltratу de una manera que, literalmente, le dejу unas imborrables huellas en el cuerpo. En concreto, una marca de mбs de veinte centнmetros cuadrados en el vientre, justo por encima de sus genitales. Lo encadenу a su propia cama, lo maltratу y le tatuу un texto que no daba lugar a malentendidos y que no podrнa borrarse fбcilmente: «soy un sбdico cerdo, un hijo de puta y un violador».

Lisbeth habнa sido declarada jurнdicamente incapacitada por el Tribunal de Primera Instancia de Estocolmo. A йl le asignaron la misiуn de actuar como su administrador, cosa que a ella la puso en una situaciуn de total y absoluta dependencia respecto de йl. Desde el mismo instante en el que la conociу empezу a tener fantasнas con ella. No sabнa explicar por quй, pero Lisbeth le excitaba.

Desde un punto de vista puramente intelectual, el abogado Nils Bjurman sabнa que habнa hecho algo que ni era aceptado socialmente ni era legal. Sabнa que no estaba bien. Tambiйn sabнa que, desde un punto de vista jurнdico, habнa actuado de una manera injustificable.

Desde el punto de vista emocional, ese conocimiento intelectual le pesaba bien poco. Desde que la conociera dos aсos antes, en diciembre, no habнa podido resistirse a ella. Leyes, reglas, moral y responsabilidad carecнan por completo de importancia.

Era una chica rara: completamente adulta, pero con un aspecto que hacнa que fuera fбcil confundirla con una menor de edad. Йl tenнa el control de su vida; ella era suya, se hallaba a su entera disposiciуn. Todo eso le resultaba irresistible.

La habнan declarado incapacitada y su biografнa la convertнa en una persona a la que nadie creerнa si se le ocurriese protestar. Tampoco es que йl hubiera violado a una inocente niсa: su historial dejaba claro que habнa tenido abundantes experiencias sexuales, incluso que se la podнa considerar promiscua. Un asistente social habнa elaborado un informe en el que se insinuaba que Lisbeth Salander, a la edad de diecisiete aсos, ofreciу servicios sexuales a cambio de dinero. El informe fue motivado por el hecho de que una patrulla de policнa observу a un pervertido en compaснa de una chica joven en un banco del parque de Tantolunden. Los agentes aparcaron y cachearon a la pareja. La chica se negу a contestar a sus preguntas y el viejo sinvergьenza se hallaba demasiado borracho para ofrecer una informaciуn inteligible.

A ojos de Bjurman, la conclusiуn resultaba evidente: Lisbeth Salander era una puta y habнa caнdo en el peldaсo mбs bajo de la escala social. Y se encontraba a su merced. No conllevaba riesgo alguno. Aunque ella se quejara a la comisiуn de tutelaje, йl —gracias a su credibilidad y a sus mйritos— podrнa tacharla de mentirosa.

Ella era el juguete perfecto: adulta, promiscua, socialmente incompetente y sometida a su voluntad.

Fue la primera vez que se aprovechу de uno de sus clientes. Anteriormente ni siquiera habнa contemplado la posibilidad de intentar nada con alguien con quien mantuviera una relaciуn profesional. Para dar rienda suelta a sus especiales exigencias sexuales se vio obligado a recurrir a prostitutas. Era discreto y prudente, y pagaba bien. El ъnico problema residнa en que ellas no lo hacнan en serio; no era mбs que un teatro: un servicio que le compraba a una mujer que gemнa, se contoneaba e interpretaba un papel, pero que resultaba igual de falso que un cuadro comprado en un mercadillo.

Mientras estuvo casado intentу dominar a su mujer, pero ella lo consentнa todo, de modo que aquello tambiйn era un simple juego.

Lisbeth Salander era perfecta. Se hallaba desamparada. No tenнa familia ni amigos. Habнa sido una verdadera vнctima, completamente indefensa. La ocasiуn hace al ladrуn.

Y de buenas a primeras ella le destrozу la vida.

Le devolviу el golpe con una fuerza y una decisiуn tales que йl ni sospechaba que ella poseнa. Lo humillу. Lo torturу. Casi lo aniquilу.

Durante los cerca de dos aсos transcurridos desde entonces, la vida de Nils Bjurman habнa cambiado radicalmente. Los primeros dнas despuйs de la visita nocturna de Lisbeth Salander a su piso, se quedу como paralizado, incapaz de pensar o actuar. Se encerrу en su casa, no contestaba al telйfono y no fue capaz de mantener el contacto con sus clientes habituales. No cogiу la baja hasta pasadas dos semanas. Su secretaria tuvo que atender la correspondencia del despacho, cancelar reuniones e intentar contestar a las preguntas de los irritados clientes.

Dнa tras dнa se veнa obligado a contemplar su cuerpo en el espejo de la puerta del cuarto de baсo. Acabу quitando el espejo.

No regresу a su despacho hasta que empezу el verano. Hizo una selecciуn entre sus clientes y les pasу la mayor parte de ellos a sus colegas. Su clientela se redujo, entonces, a unas cuantas empresas a las que les llevaba cierta correspondencia de carбcter jurнdico, cosa que no le suponнa un compromiso muy grande. En realidad, la ъnica clienta que le quedaba era Lisbeth Salander; todos los meses realizaba un balance de sus cuentas y redactaba un informe a la comisiуn de tutelaje. Hacнa exactamente lo que la joven le habнa exigido: historias inventadas que dieran fe de que ella no necesitaba ningъn administrador.

Cada uno de esos informes le dolнa y le recordaba la existencia de Lisbeth. Pero no tenнa otra elecciуn.

 

 

Bjurman se pasу todo el verano y todo el otoсo como paralizado, dбndole vueltas a la cabeza. En diciembre, finalmente, se armу de valor y comprу un billete de aviуn a Francia. Reservу hora en una clнnica de cirugнa estйtica de las afueras de Marsella, donde consultу a un mйdico sobre cuбl era la mejor manera de quitarse el tatuaje.

Asombrado, el doctor examinу su desfigurado vientre. Al final le propuso un tratamiento. Lo mбs fбcil serнa someterse a repetidas sesiones de lбser, pero el tatuaje era tan grande y la aguja habнa penetrado tan profundamente que sospechaba que la ъnica alternativa viable consistнa en realizar una serie de trasplantes de piel. Pero eso era caro y llevarнa mucho tiempo.

Durante los dos ъltimos aсos habнa visto a Lisbeth Salander en una sola ocasiуn.

La noche en la que ella lo atacу y asumiу el mando de su vida tambiйn se hizo con una copia de las llaves del despacho y de las del piso. Dijo que lo vigilarнa y que, cuando menos se lo esperara, le harнa una visita. Al cabo de diez meses, casi empezу a creer que se trataba de una amenaza ficticia, pero no se atreviу a cambiar la cerradura. La amenaza de Lisbeth no daba lugar a malentendidos: si alguna vez lo encontraba con una mujer en la cama, harнa pъblica la pelнcula de noventa minutos que demostraba cуmo la violу.

Una noche de mediados de enero, hacнa ya casi un aсo, se despertу repentinamente —y sin saber muy bien por quй— a las tres de la madrugada. Encendiу la lбmpara de la mesilla y casi se le escapу un grito de terror al verla a los pies de la cama. Se le antojу un fantasma que sъbitamente se habнa materializado en su dormitorio. Tenнa una cara pбlida e inexpresiva. En la mano llevaba su maldita pistola elйctrica.

—Buenos dнas, abogado Bjurman —acabу diciendo—. Perdуname por haberte despertado esta vez.

«Dios mнo, їha estado aquн antes? їMientras yo dormнa?»

No pudo determinar si se estaba marcando un farol o no. Nils Bjurman carraspeу y abriу la boca. Ella lo interrumpiу haciendo un gesto con la mano.

—Te he despertado por una sola razуn. Dentro de poco estarй de viaje durante bastante tiempo. Cada mes deberбs seguir redactando tus informes sobre mi buen comportamiento, pero en vez de mandarme una copia a casa, me la enviarбs a una direcciуn de hotmail

Sacу un papel doblado del bolsillo de la cazadora y lo dejу caer sobre la cama.

—Si la comisiуn de tutelaje quiere contactar conmigo o si ocurre cualquier otra cosa que requiera mi presencia, deberбs escribirme un correo electrуnico a esta direcciуn. їLo has entendido?

Bjurman asintiу con la cabeza.

—Sн, yo...

—Cбllate. No quiero oнr tu voz.

Йl apretу los dientes. Nunca se habнa atrevido a ponerse en contacto con ella. De haberlo hecho, Lisbeth habrнa cumplido su amenaza de mandar la pelнcula a las autoridades pertinentes. En su lugar, llevaba meses planificando lo que le dirнa cuando ella contactara con йl. Se habнa dado cuenta de que, de hecho, no tenнa nada que decir en defensa propia. Lo ъnico que podнa hacer era apelar a su generosidad. Si ella le diera tan sуlo la oportunidad de hablar, intentarнa convencerla de que habнa actuado movido por una perturbaciуn mental transitoria y de que se arrepentнa y querнa pagar por lo que habнa hecho. Estaba dispuesto a arrastrarse por el lodo para conmoverla y eliminar, de esa manera, la amenaza que ella representaba.

—Tengo que hablar —contestу con una voz lastimera—. Quiero pedirte perdуn...

Llena de expectaciуn, ella escuchу su sorprendente sъplica. Finalmente, se inclinу hacia delante, apoyбndose en la cama, y le lanzу una siniestra mirada.

—Escъchame con atenciуn: eres un mierda. Jamбs te perdonarй. Pero si te portas bien, el dнa que se anule mi declaraciуn de incapacidad te dejarй marchar.

Ella esperу hasta que йl bajу la mirada. «Me obliga a arrastrarme ante ella.»

—Lo que te dije hace un aсo sigue en vigor. Si fracasas, harй pъblica la pelнcula. Si contactas conmigo de alguna manera, aparte de lo que yo haya decidido, harй pъblica la pelнcula. Si por casualidad yo muriera en un accidente, se harб pъblica la pelнcula. Si me vuelves a tocar, te matarй.

La creнa. Sus palabras no dejaban lugar a dudas ni a negociaciones.

—Otra cosa. El dнa que te deje ir, podrбs hacer lo que te plazca. Pero hasta ese momento no vuelvas a pisar esa clнnica de Marsella. Si vas hasta allн para iniciar un tratamiento, te volverй a tatuar. Pero esta vez, en la frente.

«La madre que la pariу... їCуmo diablos ha podido enterarse...? »

Acto seguido desapareciу. Йl oyу un ligero clic en la puerta de entrada cuando ella echу la llave. Era como si le hubiese visitado un fantasma.

Desde ese mismo momento empezу a odiar a Lisbeth Salander con la intensidad de un hierro al rojo vivo que le abrasaba la mente y convertнa su existencia en una insaciable ansia de destruirla. Fantaseaba con su muerte. Fantaseaba con que ella se arrastrara de rodillas ante йl suplicбndole clemencia. El serнa implacable. Soсaba con ponerle las manos alrededor del cuello y apretar hasta que se quedara sin aire. Querнa sacarle los ojos de las уrbitas y arrancarle el corazуn. Querнa borrarla de la faz de la tierra.

Paradуjicamente, tambiйn fue en ese momento cuando sintiу que volvнa a empezar a funcionar y que encontraba un extraсo equilibrio espiritual. Seguнa obsesionado con Lisbeth Salander, y cada minuto de su existencia giraba en torno a ella. Pero descubriу que habнa vuelto a pensar de manera racional. Para destrozarla, tendrнa que recuperar el control sobre su propio intelecto. Su vida tenнa un nuevo objetivo.

Ese fue el dнa en el que dejу de fantasear sobre la muerte de Lisbeth para empezar a planearla.

 

 

Sorteando las mesas del Cafй Hedon con dos ardientes vasos de caffи latte en las manos, Mikael Blomkvist pasу a menos de dos metros por detrбs del abogado Nils Bjurman hasta donde estaba sentada Erika Berger. En su vida habнan oнdo hablar del abogado, de modo que no repararon en su presencia.

Erika arrugу la nariz y desplazу un cenicero para hacer sitio a los vasos. Mikael colgу la cazadora en el respaldo de la silla, se acercу el cenicero y encendiу un cigarrillo. Erika odiaba el humo del tabaco y mirу algo molesta a Mikael. Йl le pidiу disculpas y, soplando, le apartу el humo.

—Creнa que lo habнas dejado.

—Una recaнda pasajera.

—Voy a dejar de acostarme con hombres que huelan a tabaco —dijo con una amable sonrisa.

—No problem. El mundo estб lleno de chicas menos quisquillosas —replicу Mikael, devolviйndole la sonrisa.

Erika Berger alzу la mirada al cielo.

—їCuбl es el problema? He quedado con Charlie dentro de veinte minutos. Vamos a ir al teatro.

Charlie era Charlotta Rosenberg, la amiga de infancia de Erika.

—Nuestra chica en prбcticas me saca de quicio. Encima es hija de una de tus amigas. Lleva dos semanas con nosotros y se va a quedar ocho mбs. No sй si la aguantarй tanto tiempo.

—Me he dado cuenta de que te echa miradas lascivas. Espero, por supuesto, que te portes como un caballero.

—Erika, la chica tiene diecisiete aсos y una edad mental de poco mбs de diez. Y estoy siendo muy generoso.

—Lo que le pasa es que estб impresionada por haberte conocido. Simple idolatrнa, sin duda.

—Anoche, a las diez y media, llamу al telefonillo de casa, dispuesta a subir con una botella de vino.

—Ufff —dijo Erika Berger.

—Guбrdate tus ufff —replicу Mikael—. Si tuviera veinte aсos menos, tal vez no lo dudarнa ni un segundo. Pero, por Dios... tiene diecisiete aсos. Yo voy a cumplir cuarenta y cinco.

—No me lo recuerdes. Tenemos la misma edad.

Mikael Blomkvist se inclinу hacia atrбs y sacudiу la ceniza del cigarrillo.

 

 

Mikael Blomkvist tenнa muy presente que el caso Wennerstrцm le habнa otorgado un extraсo estatus de estrella. Durante el aсo anterior recibiу invitaciones a fiestas y eventos procedentes de los sitios mбs insospechados.

Resultaba obvio que quienes lo invitaban lo hacнan porque deseaban incorporarlo a su cнrculo de conocidos; de ahн, el beso de bienvenida que le daban en la mejilla esas personas que apenas le habнan dado la mano anteriormente, pero que ahora querнan parecer нntimos amigos y confidentes. No se trataba tanto de colegas de los medios de comunicaciуn —a йsos ya los conocнa y con ellos ya tenнa alguna relaciуn, buena o mala— como de las, asн llamadas, personalidades del mundo de la cultura: actores, mediocres contertulios de la vida social y famosos de pacotilla. Simplemente, les daba prestigio contar con Mikael Blomkvist como invitado en una fiesta de presentaciуn de algo o en una cena privada. A lo largo del ъltimo aсo le habнan estado lloviendo invitaciones y solicitudes para participar en un evento tras otro. Empezaba a ser una costumbre contestar diciendo cosas como «me encantarнa pero, lamentablemente, tengo otro compromiso », etcetera.

A las desventajas de su condiciуn de famoso tambiйn se sumaba una creciente oleada de rumores. En una ocasiуn, un conocido se puso en contacto con йl tras haber oнdo que Mikael habнa acudido a un centro de desintoxicaciуn para drogadictos. En realidad, el consumo total de drogas que Mikael habнa realizado desde su adolescencia se limitaba a unos cuantos porros y a la cocaнna que probу una vez, hacнa ya mбs de quince aсos, con una chica holandesa cantante de un grupo de rock. El consumo de alcohol se lo habнa tomado mбs en serio, aunque, aun asн, se reducнa a alguna que otra borrachera en una cena o en una fiesta. Cuando acudнa a algъn bar, raramente se bebнa mбs de una pinta de cerveza; tampoco le importaba tomarla sin alcohol. En el mueble bar de su casa tenнa vodka y unas cuantas botellas de whisky de malta que le habнan regalado y que abrнa tan pocas veces que resultaba ridнculo.

El hecho de que Mikael fuera soltero y de que hubiera tenido varias aventuras y relaciones esporбdicas era bien conocido tanto dentro como fuera de su cнrculo de amistades, lo cual daba lugar a otra serie de rumores. Hacнa ya mucho tiempo que su relaciуn con Erika Berger era objeto de numerosas especulaciones. Durante el ъltimo aсo йstas habнan sido completadas con afirmaciones tales como que Mikael iba de cama en cama, ligaba sin parar y se aprovechaba de su condiciуn de famoso para tirarse, una tras otra, a las clientas de todos los bares de Estocolmo. El rumor llegу a tal extremo que un periodista que apenas conocнa a Mikael le preguntу si no deberнa pedir ayuda para que lo trataran de su adicciуn al sexo. El comentario surgiу a raнz de que un cйlebre actor norteamericano acudiera a una clнnica especializada en el tratamiento de dicho problema.

Es cierto que Mikael habнa tenido numerosas y breves relaciones; en alguna ocasiуn incluso mantuvo varias simultбneamente. Ni йl mismo sabнa muy bien a quй se debнa. Era consciente de que fнsicamente no estaba mal pero nunca se habнa considerado especialmente atractivo. Sin embargo, a menudo le decнan que poseнa un algo especial que provocaba que las mujeres se interesaran por йl. Una vez, Erika Berger le comentу que irradiaba, al mismo tiempo, confianza en sн mismo y seguridad, y que tenнa el don de hacer que las mujeres se sintieran relajadas y sin necesidad de demostrarle nada. Acostarse con йl no era ni incуmodo, ni complicado, ni arriesgado; mбs bien estaba desprovisto de exigencias y resultaba erуticamente placentero. Como debнa ser, segъn Mikael.

Al contrario de lo que pensaba la mayorнa de sus amigos, Mikael nunca habнa sido un ligуn. Como mucho, se hacнa notar y daba a entender que estaba dispuesto, pero siempre dejaba que la mujer tomara la iniciativa. Las mбs de las veces el sexo llegaba como una consecuencia lуgica. Las mujeres con las que acababa acostбndose raramente eran ocasionales one night stands; es cierto que ese tipo de mujeres tambiйn habнa existido, pero, en general, terminaban siendo sesiones bastante insatisfacto-rias. Las mejores relaciones de Mikael habнan sido con personas que habнa llegado a conocer bien y que le gustaban. Por eso no era fruto de la casualidad que, veinte aсos antes, hubiera iniciado una relaciуn con Erika Berger: eran amigos y se atraнan mutuamente.

Sin embargo, la fama adquirida en los ъltimos tiempos habнa provocado que las mujeres se sintieran cada vez mбs atraнdas por su persona de una forma que a йl se le antojу rarнsima e incomprensible. Lo mбs sorprendente era que las jуvenes le tiraran los tejos impulsivamente en las situaciones mбs inesperadas.

No obstante —por muy cortas que fuesen sus faldas y por muy bien proporcionados que estuviesen sus cuerpos—, el interйs de Mikael se dirigнa a un tipo de mujer completamente distinto al de las entusiastas adolescentes. Cuando era mбs joven, las chicas con las que salнa tenнan, por lo general, mбs edad que йl; en algunos casos eran, incluso, bastante mayores y mucho mбs experimentadas. A medida que fue cumpliendo aсos, sin embargo, la diferencia se fue compensando progresivamente. Sin lugar a dudas, Lisbeth Salander, con veinticinco aсos, habнa bajado notablemente la media de edad de sus compaсeras de cama.

Esa era la razуn de su apresurada reuniуn con Erika.

Con el objeto de hacerle un favor a una de las amigas de Erika, Millennium habнa cogido a una chica del instituto para realizar prбcticas. Eso en sн mismo no suponнa nada extraordinario; todos los aсos tenнan varias personas en prбcticas. En su momento, Mikael saludу educadamente a la joven de diecisiete aсos y casi al instante constatу que su interйs por el periodismo era mбs bien escaso, si exceptuamos su deseo de «salir en la tele» y —sospechaba Mikael— trabajar en Millennium porque, por lo visto, ahora otorgaba cierto estatus.

No tardу en darse cuenta de que ella no perdнa ocasiуn de acercarse a йl. Mikael fingнa no percatarse de sus avances —exageradamente obvios—, cosa que sуlo provocу que ella redoblara sus esfuerzos. Resultaba simplemente fastidioso.

De repente, Erika Berger se riу.

—No me lo puedo creer: sufres acoso sexual en el trabajo.

—Ricky, esto me resulta muy desagradable. Por nada del mundo quisiera herirla o avergonzarla. Pero es menos sutil que una yegua en celo. Estoy algo preocupado por lo que pueda llegar a hacer.

—Mikael, estб enamorada de ti y, sencillamente, es demasiado joven para saber cуmo actuar.

—Sorry. Te equivocas. Sabe jodidamente bien cуmo hacerlo. Hay algo raro en su comportamiento y le estб empezando a molestar que yo no muerda el anzuelo. Y lo que menos necesito ahora es otra ola de rumores que me presente como un viejo verde tipo Mick Jagger a la caza de conejitas.

—De acuerdo. Lo entiendo. O sea, que anoche ella se presentу en tu casa.

—Con una botella de vino. Dijo que habнa estado en la fiesta de un «conocido» que vivнa en el barrio, intentando que su visita sonara a simple casualidad.

—їY quй le contestaste?

—No la dejй pasar. Mentн y le dije que llegaba en un momento inoportuno, que estaba con una mujer.

—їY cуmo se lo tomу?

—Se mosqueу de la hostia pero se largу.

—їY quй quieres que yo haga?

—Get her off my back. El lunes pienso hablar con ella en serio. O para o la echo a patadas de la redacciуn.

Erika Berger meditу un momento.

—No. No le digas nada. Hablarй con ella.

—No tengo elecciуn.

—Estб buscando un amigo, no un amante.

—No sй lo que andarб buscando, pero...

—Mikael, yo tambiйn he pasado por eso. Hablarй con ella.

 

 

Nils Bjurman, al igual que cualquiera que hubiera visto la tele o leнdo un periуdico durante el ъltimo aсo, sabнa quiйn era Mikael Blomkvist. Sin embargo, no lo reconociу; y, aunque lo hubiese hecho, no habrнa reaccionado. Ignoraba por completo que existiera un vнnculo entre la redacciуn de Millennium y Lisbeth Salander.

Ademбs, estaba demasiado inmerso en sus propios pensamientos como para prestarle atenciуn a su entorno.

Liberado, por fin, de su parбlisis intelectual habнa empezado a analizar lentamente su propia situaciуn y a cavilar sobre cуmo aniquilar a Lisbeth Salander.

El problema giraba en torno a un solo escollo: el mismo de siempre.

Lisbeth Salander disponнa de una pelнcula de noventa minutos que habнa grabado con cбmara oculta y que mostraba en detalle cуmo la violaba. Habнa visto la pelнcula. No daba pie a interpretaciones benйvolas. Si alguna vez llegara al conocimiento del fiscal o —aъn peor— si cayera en las garras de los medios de comunicaciуn, su vida, su carrera profesional y su libertad se acabarнan. Gracias a sus conocimientos de las penas impuestas por violaciуn con agravantes, aprovechamiento de una persona en situaciуn de dependencia, maltrato y maltrato grave, estimaba que le caerнan unos seis aсos de cбrcel. Un fiscal quisquilloso podrнa, incluso, apoyarse en una parte de la pelнcula para alegar intento de asesinato.

Le habнa faltado poco para ahogarla durante la violaciуn, cuando, excitado, le hundiу un cojнn en la cara. Ojalб hubiera llegado hasta el final.

No entenderнan que ella habнa estado jugando con йl todo el tiempo. Lo provocу, lo engatusу con sus dulces ojos infantiles y lo sedujo con un cuerpo que podrнa ser el de una niсa de doce aсos. Permitiу que la violara. La culpa era de ella. Nunca comprenderнan que, en realidad, habнa dirigido un espectбculo teatral. Ella lo habнa planificado todo...

Actuara como actuase, una condiciуn sine qua non era hacerse con la pelнcula y asegurarse de que no existнan copias. Ese era el quid de la cuestiуn.

No le cabнa duda de que, a lo largo de los aсos, una bruja como Lisbeth Salander se habrнa granjeado unos cuantos enemigos. Sin embargo, el abogado Bjurman contaba con una gran ventaja. A diferencia de todos los demбs —quienes, por una u otra razуn, se habrнan desesperado con ella—, йl tenнa libre acceso a todos sus historiales mйdicos, a los expedientes de los servicios sociales y a los informes psiquiбtricos. Йl era una de las pocas personas de toda Suecia que conocнa sus secretos mбs нntimos

El informe que en su dнa le proporcionу la comisiуn de tutelaje al aceptar el encargo de convertirse en su administrador era breve y muy general: poco mбs de quince pбginas que, fundamentalmente, presentaban una visiуn de su vida adulta, un resumen del diagnуstico al que habнan llegado los psiquiatras forenses, la decisiуn del tribunal de someterla a la tutela de un administrador y la revisiуn del ъltimo aсo de sus cuentas bancanas.

Habнa leнdo ese informe una y otra vez. Luego, sistemбticamente, se puso a reunir datos sobre el pasado de Lisbeth Salander.

Gracias a su profesiуn estaba muy familiarizado con el procedimiento para recabar informaciуn en los registros oficiales. Al ser su administrador, no tuvo ningъn problema para traspasar el secreto profesional al que estaban sometidos sus historiales mйdicos. Йl era una de las pocas personas que podнa tener acceso a cualquier papel que deseara relacionado con Lisbeth Salander.

Aun asн le llevу meses recomponer, detalle a detalle, toda su vida; desde las primeras anotaciones hechas en el colegio hasta investigaciones policiales y actas del tribunal, pasando por los informes de los servicios sociales. Acudiу personalmente al doctor Jesper H. Lцderman —el psiquiatra que recomendу que Salander fuera recluida nada mбs cumplir dieciocho aсos— para hablar sobre el estado de la joven. El doctor le hizo un meticuloso repaso de sus razonamientos. Todos le fueron ъtiles a Bjurman. Una mujer de la comisiуn de los servicios sociales incluso le llegу a felicitar por mostrar un compromiso tan por encima de lo normal en su empeсo por enterarse de todos los aspectos de la vida de Lisbeth Salander.

Sin embargo, la verdadera mina de oro la encontrу en dos cuadernos metidos en una caja que acumulaba polvo en el despacho de un funcionario de la comisiуn de tutelaje. Habнan sido escritos por el predecesor de Bjurman, el abogado Holger Palmgren, quien, aparentemente, llegу a conocer a Lisbeth Salander mejor que nadie. Aсo tras aсo, Palmgren le habнa ido entregando religiosamente un breve informe a la comisiуn, pero Bjurman suponнa que Lisbeth Salander desconocнa que, al mismo tiempo y con gran diligencia, Palmgren tambiйn habнa anotado sus propias reflexiones en los cuadernos, conformando asн una especie de diario. Al parecer, se trataba del material personal de Palmgren que —al sufrir йste la apoplejнa, hacнa ya dos aсos— fue a parar a la comisiуn de tutelaje, donde nadie se habнa molestado ni siquiera en abrirlos para leer el contenido.

Eran los originales. No existнan copias.

Perfecto.

Palmgren ofrecнa una imagen de Lisbeth Salander completamente distinta de la que se podнa deducir de los informes de los servicios sociales. Йl habнa sido testigo del fatigoso camino que habнa llevado a convertir a una adolescente e indomable Lisbeth Salander en una joven empleada de la empresa de seguridad Milton Security, un empleo que obtuvo por medio de los contactos de Palmgren. Con un asombro cada vez mayor, Bjurman se habнa dado cuenta de que Lisbeth Salander no era, en absoluto, una retrasada conserje encargada de hacer fotocopias y preparar cafй. Todo lo contrario: tenнa un trabajo cualificado que consistнa en efectuar investigaciones personales para el director de Milton, Dragan Armanskij. Resultaba obvio que Armanskij y Palmgren se conocнan y que, de vez en cuando, intercambiaban informaciуn sobre su protegida.

 

 

Nils Bjurman memorizу el nombre de Dragan Armanskij. De todas las personas que figuraban en la vida de Lisbeth Salander, sуlo habнa dos que, en cierto sentido, daban la impresiуn de ser sus amigos y parecнan considerarla su protegida. Palmgren ya era historia. Armanskij era la ъnica persona que constituнa una potencial amenaza. Bjurman decidiу mantenerse alejado de Armanskij y no contactar con йl.

Los cuadernos le aclararon muchas cosas. De repente, Bjurman entendiу cуmo Lisbeth Salander sabнa tantas cosas de йl. Sin embargo, seguнa sin comprender cуmo se enterу de su visita, sumamente discreta, a esa clнnica de cirugнa plбstica de Francia. No obstante, gran parte del misterio que rodeaba a Salander habнa desaparecido: husmear en la vida privada de la gente era su trabajo. En seguida empezу a ser mбs cauteloso con sus propias pesquisas y comprendiу que, considerando que Lisbeth Salander podнa acceder a su piso, resultaba peligroso guardar allн papeles relacionados con ella. Metiу toda la documentaciуn en una caja y se la llevу a la casa de campo que tenнa en las afueras de Stallarholmen, donde pasaba cada vez mбs tiempo, sumido en solitarias cavilaciones.

Cuanto mбs leнa acerca de Lisbeth Salander, mбs se convencнa de que se trataba de una persona patolуgicamente enferma. Un escalofrнo le recorriу el cuerpo cuando pensу en que ella le habнa tenido esposado en su propia cama, completamente expuesto a su voluntad. Bjurman no dudaba de que ella harнa realidad su amenaza de matarlo si йl la provocara.

Lisbeth carecнa de inhibiciones sociales. Se trataba de una maldita y peligrosa psicуpata, una enferma mental. Una bomba de relojerнa. Una puta.

 

 

El diario de Holger Palmgren tambiйn contribuyу a proporcionarle la clave definitiva. En varias ocasiones, Palmgren habнa anotado observaciones muy personales sobre las conversaciones mantenidas con Lisbeth Salander. «Un vejete chocho.» En dos casos concretos йl se refiriу a la expresiуn «cuando ocurriу Todo Lo Malo». Resultaba obvio que Palmgren la habнa tomado de Lisbeth Salander pero no quedaba muy claro a quй se referнa.

Desconcertado, Bjurman apuntу las palabras «Todo Lo Malo». їLos aсos pasados en casas de acogida? їAlgъn caso particular de abusos? Todo deberнa estar en la vasta documentaciуn a la que ya tenнa acceso.

Abriу el informe de la investigaciуn psiquiбtrica forense que se efectuу sobre Lisbeth Salander cuando йsta cumpliу dieciocho aсos, y lo leyу atentamente por quinta o sexta vez. En ese momento se dio cuenta de que tenнa una laguna en sus conocimientos sobre ella.

Disponнa de algunas partes de su expediente acadйmico, un certificado que establecнa que la madre de Lisbeth Salander era incapaz de ocuparse de ella, informes de diversas casas de acogida durante sus aсos de adolescencia y la investigaciуn psiquiбtrica realizada el dнa de su decimoctavo cumpleaсos.

Algo habнa desencadenado su locura cuando ella contaba, aproximadamente, doce aсos.

Tambiйn habнa otros huecos en su biografнa.

Al principio descubriу, para su gran asombro, que Lisbeth Salander tenнa una hermana gemela a la que no se aludнa en ningъn lugar del material del que habнa dispuesto con anterioridad. «Dios mнo, hay dos.» Pero no pudo encontrar ningъn apunte sobre el paradero de la hermana.

Se desconocнa la identidad del padre y se eludнa la explicaciуn de por quй la madre no se pudo ocupar de ella. Antes, Bjurman habнa dado por sentado que se habнa debido a una enfermedad y que todas las estancias de Lisbeth en la clнnica de psiquiatrнa infantil fueron motivadas por esa enfermedad. Ahora estaba convencido de que algo le habнa sucedido a Lisbeth Salander cuando tenнa unos doce o trece aсos. «Todo Lo Malo.» Un trauma. Pero en ningъn sitio quedaba claro en quй consistнa Todo Lo Malo.

En el informe psiquiбtrico forense encontrу finalmente una referencia a un anexo que faltaba: el nъmero de registro de una investigaciуn policial fechada el 12 de marzo de 1991. El nъmero estaba apuntado a mano en un margen de la copia que йl habнa extraнdo de los archivos de los servicios sociales. Pero al intentar pedirlo tocу hueso. La investigaciуn habнa sido declarada confidencial por Real Decreto. Podнa recurrir al gobierno.

Nils Bjurman se quedу perplejo. Que una investigaciуn policial relacionada con una niсa de doce aсos fuera clasificada como secreta no resultaba en sн sorprendente; era normal por respeto a su integridad personal. Pero йl era el administrador de Lisbeth Salander y tenнa derecho a pedir cualquier documentaciуn sobre ella. No comprendнa por quй una investigaciуn habнa sido clasificada con un grado de confidencialidad tan elevado como para verse obligado a recurrir al gobierno para tener acceso a la misma.

Automбticamente entregу una solicitud. Tardaron dos meses en tramitarla. Para su asombro le fue denegada. No le entraba en la cabeza quй podнa haber en una investigaciуn de hacнa casi quince aсos sobre una niсa de doce para que se guardara con la misma seguridad con la que se custodiarнa la llave de la sede del gobierno de Rosenbad.

Volviу al diario de Holger Palmgren y lo leyу de nuevo, lнnea a lнnea, intentando comprender a quй hacнa referencia Todo Lo Malo. Pero el texto no ofrecнa pista alguna. Evidentemente, era un tema que habнa sido tratado entre Holger Palmgren y Lisbeth Salander pero que йl nunca llegу a anotar. Ademбs, los apuntes acerca de Todo Lo Malo aparecнan al final de uno de los cuadernos. Era posible que Palmgren no hubiera tenido tiempo de escribir unas notas en condiciones antes de sufrir el derrame cerebral.

Lo cual llevaba los pensamientos del abogado Bjurman por otros derroteros. Holger Palmgren habнa sido el tutor de Lisbeth Salander desde que йsta cumpliу trece aсos, asн como su administrador a partir de su decimoctavo cumpleaсos. En otras palabras: Palmgren estaba presente en su vida desde poco tiempo despuйs de que ocurriese Todo Lo Malo y tambiйn cuando Salander fue internada en la unidad de psiquiatrнa infantil. La probabilidad de que conociera lo sucedido era, por lo tanto, muy alta.

Bjurman regresу al archivo de la comisiуn de tutelaje. Esta vez no pidiу ver la documentaciуn sobre Lisbeth Salander sino la descripciуn del cometido de Palmgren, algo determinado por la propia comisiуn. Se la dieron y, a primera vista, resultу decepcionante. Dos pбginas de escasa informaciуn. La madre de Lisbeth Salander ya no era capaz de ocuparse de sus hijas. A causa de las especiales circunstancias, las hijas tuvieron que ser separadas. Camilla Salander fue entregada, por mediaciуn de los servicios sociales, a una familia de acogida. Lisbeth Salander ingresу en la unidad de psiquiatrнa infantil de Sankt Stefan. No se considerу otra alternativa.

їPor quй? Habнa una frase crнptica: «Debido a los acontecimientos del 120391, la comisiуn de los servicios sociales ha decidido que...». Luego otra referencia al nъmero de registro de las misteriosas y confidenciales pesquisas policiales. Pero esta vez habнa un detalle mбs: el nombre del policнa encargado de la investigaciуn.

Estupefacto, el abogado Nils Bjurman se quedу mirando el nombre. Era un nombre que conocнa. Y muy bien.

Las cosas cobraban otra dimensiуn.

Tardу otros dos meses, por vнas completamente distintas, en conseguir el informe de la investigaciуn: un informe policial breve y conciso compuesto por cuarenta y siete pбginas metidas en una carpeta tamaсo A4, complementado con un total de unas sesenta pбginas que se habнan ido aсadiendo a lo largo de un perнodo de seis aсos.

Al principio no lo entendiу.

Luego encontrу las fotografнas de los mйdicos forenses y volviу a comprobar el nombre. «Dios mнo... no puede ser.»

De repente comprendiу por quй el asunto habнa sido clasificado como confidencial. El abogado Nils Bjurman acababa de hacer jackpot.

Al leer posteriormente, lнnea a lнnea, el informe de la investigaciуn, se dio cuenta de que habнa otra persona en el mundo con motivos para odiar a Lisbeth Salander con la misma pasiуn que йl.

Bjurman no estaba solo.

Tenнa un aliado. El aliado mбs inverosнmil que se podнa imaginar.

Lentamente empezу a urdir un plan.

 

 

Nils Bjurman abandonу sus pensamientos cuando una sombra se cerniу sobre la mesa del Cafй Hedon. Levantу la vista y vio a un rubio... gigante, йsa fue la palabra con la que al final se quedу. Durante una dйcima de segundo se echу atrбs pero en seguida recuperу el control.

El hombre que lo miraba desde arriba medнa mбs de dos metros y tenнa una constituciуn fнsica fuerte. Excepcionalmente fuerte. Un culturista, sin duda. Bjurman no pudo percibir ni una pizca de grasa o flacidez. Daba una impresiуn general de poseer una fuerza espantosa.

El hombre era rubio, tenнa las sienes rapadas y un corto flequillo. Su cara era ovalada, curiosamente delicada, casi infantil. En cambio, sus ojos color azul hielo no resultaban nada delicados. Vestнa una cazadora de cuero que le llegaba hasta la cintura, una camisa azul, corbata negra y pantalones negros. Lo ъltimo en lo que el abogado Bjurman reparу fue en sus manos. Si el hombre era ya de por sн grande, sus manos resultaban enormes.

—їEl abogado Bjurman?

Hablaba con un marcado acento, pero la voz le resultу tan extraсamente aguda que Bjurman estuvo a punto de esbozar una sonrisa. Asintiу.

—Hemos recibido tu carta.

—їQuiйn eres tъ? Yo querнa hablar con...

El hombre de las manos enormes ignorу la pregunta, se sentу frente a Bjurman y lo interrumpiу.

—Pues tendrбs que hablar conmigo. Explнcame quй quieres.

El abogado Nils Erik Bjurman dudу un instante. Odiaba la idea de tener que confiarse a un completo desconocido. Pero era necesario. Se recordу a sн mismo que no era el ъnico que odiaba a Lisbeth Salander. Se trataba de encontrar un aliado. En voz baja empezу a comentarle el asunto.



  

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